Un periódico de ayer
Esa mañana despertó sobresaltado por el estridente ruido de motores de los vehículos que pasaban frente a su casa, haciendo sonar desaforadamente las bocinas. Apareció en su mente la imagen de ella y el recuerdo del agradable rato que pasaron la tarde anterior. El hombre tenía 65 años, pero ese día, 5 de septiembre de 2012, se sentía en los 27 que tenía en 1974, cuando mantuvo una ardiente relación con María Inés, que para ese entonces contaba con 20 años.
Después de darse un baño y tomar un desayuno ligero, salió a cumplir la cita que se había puesto con ella desde la tarde anterior, en una banca del parque San Miguel frete al cementerio del mismo nombre. Al llegar a la banca sacó del bolsillo trasero derecho del pantalón el periódico del día anterior que no había terminado de leer. Sentado en la banca se colocó los lentes, ubicó la página editorial y empezó a leer sobre el periódico doblado en cuatro.
María Inés era una mujer morena, de mediana estatura, de buen cuerpo, con caderas, nalgas y tetas notorias; cabellos negros rizados y largos, y de mucha soltura al andar. Contaba con 58 años, estaba casada, aunque separada del esposo, y tenía dos hijos, ya mayores de edad. Se encontraba de paso por la ciudad, pues desde hacia años vivía en el occidente del país, y esa mañana salía del cementerio de llevar flores a la tumba de su padre.
El hombre la vio venir, pero no como era en ese momento sino como en aquella época de sus 20 años. Delgada, pero con sus atributos femeninos bien pronunciados, pelo por los hombros, ojos vivaces y soltura al andar. Vestida una camiseta verde tipo esqueleto abultada en el pecho y marcada por el pico de los pezones, falda de índigo a medio muslo y zapatillas planas. Caminaba en dirección hacia donde él estaba, mas no hacia él.
El se puso de pie y avanzó unos pasos para encontrarse con ella. Exhibía una gran sonrisa. Ella se detuvo sorprendida mientras él abría los brazos dispuesto a abrazarla: “Hola cariño, ¿cómo estás?”
María Inés observó detenidamente al hombre quien le aparecía como un joven de 27 años. De forma que ella y él se veían uno al otro como si estuvieran en 1974, aunque ella era consciente de la fecha en que estaba viviendo. “Usted se me parece a alguien que conocí hace muchos años”, dijo ella. “Pero cómo, si soy yo, Luis Miguel. Se te ha olvidado, acaso, que teníamos cita ahora, aquí, en este parque”. “No sé de qué me habla. Su cara, vuelvo y le digo, me es conocida, pero de alguien ha quien traté hace mucho tiempo. Y sí, creo que se llamaba así como usted.” “Pero si soy yo. No puedo entender qué es lo que pasa. Nosotros nos amamos y ayer, al despedirnos, quedamos en vernos hoy, aquí mismo”.
María Inés bajó la vista y se detuvo observando la fecha del periódico que Luis Miguel tenía en la mano: 4 de septiembre de 1974, leyó. “¿Y ese periódico?” Preguntó. “Ese es el periódico de ayer”. Ella le miró fijamente a la cara y sonriendo le dijo: “Sí, señor, ese sí que es un periódico de ayer”.
Santa Marta, marzo 2 de 2013