Los galanes
Ayer iba caminando por la calle, una calle solitaria, cuando un hombre de alrededor de 60 años empezó a “piropearme”.Al responderle que me parecía asqueroso lo que me estaba diciendo, el señor me dijo que la asquerosa era yo, que me lavara la boca y me insultó. El hecho no me sorprendió porque no es la primera vez que me pasa.
Para muchos hombres, gritarles a las mujeres en la calle es una forma de galantería inmemorial que debe ser agradecida. En realidad, y para muchas mujeres, parecen violadores en potencia. Jóvenes y señores: les rogamos que callen esa ‘jeta’; les huele a feo y se escucha peor.
En 2005, la revista Soho publicó una columna llamada La angustia de vivir expatriada, escrita por Leszli Kalli, quien se hizo conocida por los diarios que recopiló durante los 373 días que el ELN la mantuvo como rehén en 1999, y que luego se convertirían en el libro Secuestrada.
En el texto, Kalli, habla sobre lo doloroso que es el exilio. En ese momento ella vivía en Canadá y extrañaba todas esas pequeñas cosas que hacen de Colombia un lugar muy especial, como: esa gente con una mezcla de “dulzura y malicia” en la mirada, los constantes pitos de los carros y los vendedores imprudentes. Y los piropos.
“No se alcanzan a imaginar el dolor que produce no recibir piropos o siquiera ser objeto de una mirada; la angustia de arreglarse horas para que nadie se atreva a decir algo”, escribía Kalli.
En el momento que leí la columna por primera vez tenía 17 años, pero nunca la olvidé. Y no lo hice porque la idea que planteaba, más que indignación, me producía confusión. No entendía y aun no entiendo como a cualquier mujer le puede gustar que varios desconocidos en la calle le griten cosas como “mami”, “rica”, “buena” o “culona”, por nombrar algunas de las menos fastidiosas.
En las últimas semanas los videos que muestran cómo se observa el acoso sexual en las calles se han vuelto populares. Lo hicieron en Nueva York, en Nueva Zelanda y luego este diario replicó el ejercicio en Barranquilla. En el último de esta serie de videos, un colectivo peruano disfraza a un par de mamás para tenderle una trampa a sus hijos, unos “reconocidos acosadores”.
Los hijos terminan “piropeando” a las mamás, las mamás regañando a los hijos y ahí va el mensaje. El video es bastante chistoso, pero expone una idea peligrosa: la de que una mujer sólo merece respeto cuando es mamá. Siempre se dice: ¿le hablaría usted así a su mamá? La mayoría de los hombres, a menos que se trate de una familia disfuncional, dirían que no.
Ninguna mujer debe tener en la frente el rótulo “madre” para ser sujeto de derechos. Los hombres en la calle se desdoblan en ese sentido. ¿Le hablaría así a una mujer si estuvieran en una oficina o en una casa? Lo más probable es que no.
Es chistoso entonces, como en la calle las mujeres nos convertimos en una parte más del paisaje…Algo como un árbol, un carro o un perrito bonito al cual hay que recordarle constantemente que su atributo más importante es su bello hocico. En este caso, un par de tetas.