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Cuando la fe sepulta los miedos

El resultado de la ecografía no pudo ser peor. El especialista la examinó con detenimiento, y luego de menear la cabeza, dictaminó: “Tiene una masa en el útero, le programaré un legrado para extraer una muestra que luego enviaré a patología en Bogotá, para descartar que sea maligno”.


Mi madre tomó de la mano a mi sobrina —su nieta—, y salió de la clínica Mediesp, a la cual la tiene afiliada mi hermana, en su calidad de empleada del Magisterio; caminaba el mes de abril. Su semblante no era el mejor, tiempo después me contaría desde su cama que las palabras del médico revolotearon sin cesar en su cabeza, y que en el trayecto a casa no dejó de pensar en lo que sería su vida a partir de entonces,  y que dudó si debía ponernos al tanto, a sus hijos, de inmediato.


Y no lo hizo, lo supe un día después de practicarse el degrado, en el mes de julio, cuando la muestra extraída probablemente ya iba en un avión con rumbo a Bogotá. Enterarme, como es de suponerse, no resultó muy agradable, todavía la familia no se repone por completo de la muerte de mi padre, dos años atrás.


A la mañana siguiente me reuní con Nilson, mi hermano mayor, el pastor, y se lo conté. Su reacción no fue como lo esperaba; ¡por Dios, yo no pude dormir!, se limitó encogerse de hombros y a expresar: “Ella no será operada”. Enseguida recordé que cuando mi hermana Mónica fue llevada al quirofano, en Chile, debido al crecimiento exagerado de sus amígdalas, y estaba a la espera del resultado de la biopsia, reaccionó con idéntica tranquilidad; o mejor dicho, con la misma fe. En aquella oportunidad, diciembre del 2012, indicaría: “la prueba arrojará negativo”. Entonces envidié su fe, papá había fallecido dos meses antes y me encontraba demasiado sensible, llegué a temer que cubriríamos nuestro luto con otro luto. Un mes después nuestra hermana nos hacía llegar desde tierras australes la buena nueva, ¡todo estaba bien!


La entrega de Nilson para con Dios es grande. No ve imposibles para Él. Se puede decir que mi hermano ora las veinticuatro horas del día. Ello me daba un parte de tranquilidad, y es que en el caso de nuestra madre, para Nilson no había más nada que decir, estaba bien y punto, y no requería de ser llevada a un quirófano.


Un domingo en medio del culto cristiano que presidía, la tomó de la mano y le dijo delante de los fieles presentes: “¡No tienes nada, estás curada, ¿lo crees?, ¿tienes fe en Dios?!”. Mamá asintió y lo reforzó con sus palabras: “¡¡Lo creo, creo en Dios!!”.


Es mitad de octubre del 2014 y mamá acudió a su cita respectiva con el especialista. La primera noticia que recibió fue que la muestra tomada a la masa en su útero no era maligna. Luego el galeno revisó con detenimiento la nueva ecografía. Mamá vio que su cara se transformó y llamó enseguida a su asistente. Conversaron a solas por un buen rato y después se dirigió a ella (a mi madre) con una sonrisa y una cara de perplejidad que no logró disimular… “¡No lo entiendo, señora, pero aquí no sale nada!”. 

¡¡Aleluya!!

 

ansapehindu@hotmail.com

@SampayoAntony

 

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