LA CULPA ES DE EZEQUIEL PARTE II
Esta historia fue redactada hace mucho rato, pero dado que las circunstancias se acrecentaron más, además de la venida a Colombia de “Ezequiel el de la culpa”, me permito comenzar por el final y hacerla más cercana en tiempo y espacio a los sucesos acaecidos:
Hoy 18 de agosto de 2014, vi al Tío Ezequiel muy conservado, aunque el elegante plateado de sus cabellos indiquen el acumulo de hojas del árbol de su calendario, guarda aun la gratitud somática de una vida bien vivida en la Capital del Mundo, dándole la conservación que cualquier humano desearía.
A propósito de esta visita del Tío Cheque a Colombia, precisamente a reencontrarse con su cruel destino, para recuperar su casa y un apartamento anexo, recibió la noticia más cruel que un hermano de buen corazón como el, pudo escuchar a viva voz de su propio hermano infractor: la venta abusiva de su casa y del apartamento anexo.
---- ¿Tú qué haces aquí?, le preguntó su hermano, con su concebida voz de Lord en decadencia, o príncipe de remoquetes y etiquetas, cuando llegó a la puerta de la citada casa vendida injustamente por su propia sangre.
El colmo de la insensatez, en vez de recibir una explicación, recibió ultrajes y el reconocimiento de haber vendido su casa porque era de él, como si hubiese trabajado diez largos años en Nueva York para cancelar un préstamo que le permitiera a Ezequiel tener una morada en Colombia.
Hoy entiendo el pesar y la inconformidad del Tío Ezequiel, porque a él ni siquiera le interesa el dinero, sino la arbitrariedad y falta de fraternidad que un mal hermano hizo (venderle su casa), sin tener en cuenta todos los beneficios que este Tío le ha dado a él y a todos sus hijos, que son bastantes…
La única culpa que tuvo Ezequiel, misma que lo llevó a un “fusilamiento” espiritual, moral y fratricida, fue amar, socorrer y mantener a casi toda su familia integralmente hablando.
Desde muy joven Ezequiel de ascendencia judía, satisface su espíritu judío-sefardita y se dispone a viajar por el mundo, ya que Aldea Grande no llenaba sus expectativas, ni mucho menos era morada para su inquieta alma de aventurero.
Para ese entonces la fortuna de su padre había disminuido muchísimo, quedando algunas propiedades, que nuestro protagonista no quiso tocar, para no dejar a sus ancianos padres sin ningún haber para subsistir.
Vale la pena anotar que su papá era muy rico económicamente hablando, tenía las mejores y más fértiles tierras de la región, muchas propiedades y empresas productivas, lo que le daba una importancia en la región, sumado esto a su preparación intelectual, esotérica y cultural, ya que era un hombre muy culto.
Arregló su viaje con dinero que ahorró con sus labores ejecutadas, más el producto de la venta de una turbina de propulsión de agua, que un comerciante de la ciudad, en su negocio de compra y venta, le compró después de un regateo intenso de precios entre uno y otro.
Se fue para Estados Unidos de América con la ropa que llevaba puesta, los pocos dólares recolectados y una gigantesca maleta de ilusiones que superaban las expectativas mismas del famoso “American Dream”, lo que finalmente encendió la mecha de la Migración…
Su nobleza de hombre, su amor al trabajo y la fe de surgir en esa tierra de habla y costumbres diferentes, fueron los alicientes para que en poco tiempo se ubicara en esa “Selva de Cemento” como lo es New York, el mismo de Sinatra y del Capitalismo floreciente.
Desde esos pretéritos tiempos fueron muchas las empresas de prestigio donde trabajó y pudo así navegar entre las nubes por todo el globo terráqueo, superando a la obra de Julio Verne, ya que le dio la vuelta al mundo, no en 80 (ochenta) días, sino en más de 8.000 (ocho mil) viajes a todos los destinos importantes del planeta. Todo esto porque trabajaba en una extinta Compañía Extranjera de Aviación, muy famosa en ese entonces, lo que le daba el lujo de recibir tiquetes aéreos gratis a donde él quisiera, además de los incentivos por ser el mejor trabajador en su área…
Esta situación solvente hizo que invirtiera en Aldea Grande en unas propiedades, además de enviarle regalos y dinero a todos sus coterráneos: desde los ahijados que son muchísimos, pasando por los primos, sobrinos, hermanos hasta llegar a sus queridos viejos. Esta situación se repetía y repetía como ranchera trasnochadora en viejoteca de enamorados…
Cuando viajaba a visitar a su familia en Aldea Grande las abundancias eran mayores y superaba a Papá Noel en regalos e incentivos para toda la larga lista de familiares, amigos y demás personas que estuvieran presentes durante su estancia en su casa paterna. De estas dadivas no se escapaban ni las “colaboradoras domésticas”, porque a ellas también las premiaba con algún detalle… Hasta este humilde narrador, casado con una sobrina de él, recibió regalos.
El tío Ezequiel era la típica imagen del benefactor Americano, que trataba de resolver cuanto problema económico hubiera en su larga y conflictiva familia.
Nunca se preocupó por hacer un contrato a sus familiares que ocupaban y usufructuaban sus viviendas en Aldea Grande, porque su honradez y pulcritud implicaban para él la reciprocidad de sus congéneres, aún más cuando se trataba de un hermano…
El colmo de las cosas es que al Tío Ezequiel le toca no solamente proveer de vivienda a su familia, sino pagar los servicios públicos, impuesto predial, mantenimiento de los inmuebles y darles manutención a los perezosos consanguíneos que habitan sus propiedades. Mejor dicho “tras cotudo con paperas”…
El tiempo pasa y el paso inexorable del mismo deja huellas en la presencia física de cualquier ser humano, por supuesto que el Tío Ezequiel no es la excepción.
Hoy cuando el acumulo de años lo invaden, sus cabellos se vistieron de blanco y su caminar se volvió lento y pesado, desde el frio Nueva York quiere vender sus propiedades no para solventar los costos de su vejez en esa tierra de todos y de nadie, porque ha sido muy organizado, pero necesita recurrir a sus ahorros de toda una vida en Colombia para llevárselos al país del norte y encuentra por respuesta una negativa rotunda por parte de su propio hermano en desocuparle la casa.
Antes por el contrario lo amenaza de palabras y estrategias jurídicas, recordándole que ya las propiedades por el tiempo transcurridos son de él, que además le debe la celaduría de las mismas; lo que hace que el Tío Ezequiel termine “debiéndole y agradeciéndole” el inmenso favor de haberlo alojado en su casa y de haberle satisfecho todas sus necesidades básicas, no solamente a él sino a toda su familia.
Esto me hace recordar al libro de Jaime Lopera Gutiérrez: “La culpa es de la Vaca”, donde se parodia con el vacuno para hacerlo responsable de todo lo que ocurre a su alrededor, en este caso la culpa es del Tío Ezequiel por confiar, ayudar y pensar siempre en el bienestar de su familia y nunca en el suyo propio. Esa es la única “culpa”, paradójicamente hablando, porque toda su vida ha sido marcada por el amor al prójimo como Cristo lo indicó.
Por eso hoy cuando Ezequiel es “fusilado” literalmente hablando por el fusil de la ingratitud fraterna, solo queda decirle que afortunadamente tiene muchas personas que lo valoramos y le damos el apoyo moral del redentor.
Moraleja: ama a tu hermano, aunque él no te dé nunca la mano…