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Calidoso

Calidoso, un indigente caleño que llevaba recorriendo y habitando las calles de Bogotá por más de una década, fue quemado vivo junto a su perra Pinina hace un par de semanas. Brutal ataque que, por supuesto, ha conmocionado al país. La ola de indignación ha llenado la radio, los periódicos, las conversaciones familiares, los descansos en las oficinas y las redes sociales. Pero como cualquier ola, su fuerza y duración son finitas.

Somos una sociedad reaccionaria a todo nivel. El interés del gobierno en los campesinos, los estudiantes, los profesores o cualquier otro gremio sólo es visible cuando se producen marchas, cuando se bloquean vías, cuando la economía se ve afectada. El pueblo, por otro lado, es inmune a cualquier mal hasta que tiene lugar una noticia mediática, de esas que tanto les gusta a los amarillos de los programas de televisión de los domingos por la noche. Me pregunto, a propósito, ¿por qué eligieron ese horario? Los domingos, por sí solos, son lo suficientemente depresivos.

Miles de estudiantes de la Universidad Javeriana, cercana al caño en el cual vivía Marco Tulio, su verdadero nombre, realizaron una despedida simbólica. Al parecer, su apodo no era gratuito y era un personaje conocido y querido en el campus. Pero, ¿dónde estaban antes esos estudiantes y el resto de esta, hoy, dolida sociedad? Supongo que se sentían ciudadanos ejemplares cuando lo saludaban y le daban $200 o $500 o le regalaban un tinto o un sándwich. Eso no es ayudar, eso es dar limosna. Y la limosna nunca ha salvado a nadie.

Somos hipócritas. Puede que Marco Tulio fuese una de las pocas excepciones pero lo cierto es que el sentir general es que los gamines son sucios drogadictos, rateros de poca monta capaces de matar a alguien por un celular para cambiarlo por bazuco, violadores al acecho. Mi cuñado, el hermano de mi esposa, por ejemplo, se sintió más apenado por la muerte de la perra; claro está, él es de esos que humaniza a los animales y comparte en Facebook y Twitter frases como “entre más conozco a mi perro, menos me gustan los humanos”. Para la mayoría, los habitantes de la calle no son más que escoria, el escalón más bajo al que se podría llegar y nos encantaría, sin ponernos a la tarea de examinar a profundidad su situación, que algún día desaparecieran y dejaran de afear a nuestras ciudades. Claro está, no es lo mismo tener un mal pensamiento que hacerlo realidad. Por eso creo que, en este caso, el asesinato nos descompone pero mucho más lo hace el método.

Dentro de poco, cuando se presente otra sucia revelación de las elecciones presidenciales o cuando sepamos si Falcao va a ir o no al mundial, Calidoso será una estadística más y una noticia de la que sólo volveremos a escuchar en los resúmenes anuales de los noticieros en la voz de un presentador que pondrá su mejor cara de tristeza y rechazo.

@Efra_Villanueva

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